LA CIENCIA NO ES CARA, CARA ES LA IGNORANCIA

Frente a la intencion que tiene Javier Milei de cerrar el ministerio de ciencia y tecnologia, y privatizar el CONICET, repasemos los logros que se han obtenido estos 20 años y la importancia que tiene en un pais promover, mediante el estado, al desarrollo científico.
En Argentina, la ciencia tiene una larga y rica historia, que se remonta a los primeros naturalistas y exploradores que recorrieron el territorio nacional, pasando por los pioneros de la medicina, la física, la química, la biología, la matemática y otras disciplinas, hasta llegar a los científicos y científicas actuales, que realizan investigaciones de excelencia en diversas áreas del conocimiento. La ciencia argentina se desarrolla principalmente en el ámbito público, a través de instituciones como el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), las universidades nacionales, los organismos descentralizados y las agencias de promoción. Estas instituciones cuentan con recursos humanos altamente calificados, infraestructura adecuada y financiamiento competitivo. Sin embargo, la ciencia argentina también enfrenta desafíos y dificultades, como la falta de articulación con el sector productivo, la escasa visibilidad social, la fuga de cerebros, la inequidad de género y la vulnerabilidad frente a los cambios políticos y económicos. Estos problemas requieren de políticas públicas que apoyen y fortalezcan el sistema científico-tecnológico nacional, así como de una mayor participación ciudadana en el debate sobre el rol y el valor de la ciencia en la sociedad. El apoyo estatal a la ciencia no es un gasto sino una inversión, que tiene efectos positivos tanto en el corto como en el largo plazo. En el año 2006, el doctor Alberto Kornblihtt, biólogo molecular e investigador del CONICET, descubrió el mecanismo por el cual el ARN mensajero se regula según las condiciones ambientales, un proceso clave para la expresión génica y el desarrollo celular. En el año 2007, el doctor Juan Martín Maldacena, físico teórico y profesor de la Universidad de Princeton, recibió la Medalla Dirac por sus aportes a la teoría de cuerdas y la correspondencia AdS/CFT, que relaciona la gravedad cuántica con la teoría de campos. En el año 2009, el doctor Gabriel Rabinovich, bioquímico e investigador del CONICET, descubrió el rol de las galectinas, unas proteínas que modulan la respuesta inmune y tienen implicancias en el tratamiento de enfermedades autoinmunes y cáncer. En el año 2011, el doctor Adrián Paenza, matemático y periodista científico, recibió el Premio Leelavati por su labor de divulgación y popularización de las matemáticas en Argentina y América Latina. En el año 2012, un equipo de investigadores del CONICET y de la Fundación Instituto Leloir desarrolló una semilla transgénica de soja que soporta sequías y salinidad, lo que podría mejorar la productividad agrícola en zonas áridas. En el año 2014, el doctor Miguel Laborde, médico e inventor argentino, creó un dispositivo llamado FilmArray, capaz de detectar más de 20 patógenos respiratorios en una hora a partir de una muestra de saliva. En el año 2016, dos trabajos de investigadores del CONICET y de la Fundación Instituto Leloir fueron publicados en la revista Science, una de las más prestigiosas del mundo. Uno reveló el mecanismo por el cual las nuevas neuronas se integran al cerebro adulto, y el otro identificó que un receptor lumínico de las plantas también actúa como sensor de temperatura. En el año 2017, un equipo de paleontólogos argentinos descubrió los restos fósiles del Patagotitan mayorum, el dinosaurio más grande que se conoce hasta la fecha, con una longitud estimada de 37 metros y un peso de 70 toneladas. En el año 2018, el doctor Pablo Gleiser, físico e investigador del CONICET, recibió el Premio Georg Forster por sus estudios sobre sistemas complejos y redes dinámicas aplicados a fenómenos sociales, biológicos y tecnológicos. En el año 2019, la doctora Sandra Díaz, bióloga e investigadora del CONICET, fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica por su trabajo pionero sobre la biodiversidad funcional y los efectos del cambio global sobre los ecosistemas. En el año 2020, la doctora Andrea Gamarnik, bioquímica e investigadora del CONICET, recibió el Premio L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” por sus descubrimientos sobre el virus del dengue y su potencial para desarrollar vacunas y tratamientos. En el año 2021, un consorcio integrado por instituciones públicas y privadas anunció el desarrollo y la producción de la primera vacuna 100% argentina contra el COVID-19, basada en una plataforma de virus recombinante que induce una respuesta inmune específica. En el año 2022, un grupo de científicos argentinos descubrió una nueva especie de dinosaurio saurópodo en la provincia de Santa Cruz, al que bautizaron como Maip, en honor a la diosa tehuelche de la vida y la fertilidad. En el año 2023, la Argentina inauguró la primera fábrica de baterías de litio de Sudamérica, con una capacidad de producción de 50 megavatios por año, lo que representa un avance para la industria nacional y la transición energética.
La ciencia argentina ha demostrado su capacidad y creatividad en diversos campos, desde la biotecnología hasta la paleontología, pasando por la física y la ecología. A continuación, mostramos algunos de los hitos más destacados que han sido reconocidos a nivel nacional e internacional estos ultimos 20 años:
En el año 2002, el doctor Luis Caffarelli, matemático argentino radicado en Estados Unidos, recibió el Premio Rolf Schock en Matemáticas por sus contribuciones a la teoría de ecuaciones diferenciales parciales.
Estos son solo algunos ejemplos de los logros de la ciencia argentina en los últimos 20 años, que demuestran el talento, la dedicación y la innovación de los científicos y científicas que trabajan en nuestro país y en el exterior.
La ciencia es un bien público que beneficia a toda la sociedad. Por eso, es responsabilidad del Estado garantizar su desarrollo y su difusión. Pero también es responsabilidad de todos los ciudadanos y ciudadanas defenderla, valorarla y exigir su apoyo. La ciencia es un derecho y un deber. La ciencia es nuestra.